El Hotel Ritz se engalanó ayer de una forma exquisita para recibir a la Infanta Doña Elena, que acudió para inaugurar la exposición retrospectiva que conmemora el centenario de este establecimiento hotelero. Con su firma, estrenó el Libro de Oro para los próximos cien años.

La familia real con presencia en el Ritz

Entre rosas blancas —miles de ellas por todos los rincones—, música de vals primero y un foxtrot cantado después por Olga María Ramos, la Infanta recorrió la muestra donde se exponen detalles del hotel, vitrinas, recuerdos, antigüedades y, también, un espacio dedicado a las crónicas y portadas de ABC no sólo del día de su inauguración, el 2 de octubre de 1910, sino de actos y efemérides ocurridas a lo largo del último siglo en el hotel y en la sociedad madrileña.

Nada más llegar, Doña Elena se retrató con los empleados del Ritz. De fondo, música clásica. A este acto fueron invitados los socios del Ritz Crown Club, que reúne a los descendientes de las familias aristócratas y personalidades del mundo de las finanzas que ayudaron económicamente al Rey Alfonso XIII a construir el hotel. Entre ellos estaba, por ejemplo, Cayetano Martínez de Irujo, hijo de la duquesa de Alba. También Jaime del Alcázar, muy orgulloso de formar parte de una familia que, antaño, contribuyó a levantar un hotel único.

Cuentan las crónicas que el 2 de octubre de hace cien años, cuando el Rey Alfonso XIII y la Reina Victoria Eugenia inauguraron el Ritz, aquello fue «un evento que transformó a Madrid de capital de provincia en ciudad europea».

Proyecto ambicioso

El joven Rey fue clave en la iniciativa de crear el hotel. Conocía los estándares de lujo y excelencia de hoteles-palacio de otras ciudades europeas y fue en su boda, en 1906, cuando se dio cuenta que los invitados reales tuvieron que ser hospedados en casas particulares ya que la oferta hotelera Madrid no era la adecuada. Por eso convenció a amigos y empresarios para participar en el ambicioso proyecto del hotel. Se creó, así, la Compañía de Desarrollo del Ritz, que pronto reunió lo necesario para adquirir el terreno destinado al hotel.

Un siglo después, el Ritz mantiene su glamoury su elegancia. La Infanta Doña Elena lo comprobó de primera mano. Los directivos del establecimiento le fueron explicando todos los detalles de la exposición. Únicos, muchos de ellos. Allí lucían las 30 piezas de la cubertería de oro de la inauguración y que ahora se utilizan sólo para grandes eventos. Y las de planta, junto con las vajillas de porcelana perfectamente presentadas en dos mesas totalmente vestidas y preparados. Relojes antiguos, fichas escritas a mano del personal de entonces y la máquina-sello de fichar al entrar y salir del trabajo. Curiosísimo.

Páginas centenarias

Doña Elena se detuvo especialmente en la vitrina que el Ritz ha dedicado a ABC. Portada y crónica de la inauguración junto a otras páginas con eventos vividos en el hotel que tan deliciosamente contaba nuestro también periódico centenario.

Una velada, la de ayer, que fue el «primer día» de los próximos cien años. Jesús Moscatelli, madrileño a pesar del apellido, luce con orgullo su traje de conserje. «Es una maravilla trabajar aquí. Llevo 22 años. Ojalá sean muchos más. Aquí veo cosas que otros no ven». Eso es el Ritz, un balcón a la vida y a la historia. Que lo sea otros cien. Por lo menos.