Montjuic y Tibidabo no son montañas mágicas para los hoteles de lujo. Desde sus cimas se disfruta de panoramas Únicas de la ciudad, pero esto no ha bastado para que triunfaran los proyectos emprendidos. De hecho, la trayectoria de los establecimientos que se han ubicado allí han tenido un historial plagado de traspiés. Son montañas sin estrella.

La semana pasada, “La Vanguardia” avanzó que se estaban ultimando los trámites para que el banco alemán Aareal Bank embargara el hotel Mira mar y el hotel La Florida por impago de créditos por valor de 70 millones de euros, debido a que el propietario, el fondo estadounidense Apollo, había decidido liquidar su filial española por la pérdida acumulada de sus inversiones. A pesar del proceso, ambos establecimientos seguirían funcionando con normalidad.

La historia de los dos hoteles tiene cierto paralelismo. Ambos edificios nacieron con las miras puestas en la Exposición Internacional de 1929 y ambos llevan la firma del mismo arquitecto, Ramon Reventós, que fue jefe del Servei d´Edificis Culturals del Ayuntamiento de Barcelona. De rasgos noucentistes, el hotel La Florida abrió en 1925 y pronto se convirtió en uno de los lugares emblemáticos para los veraneos de la burguesía barcelonesa, debido a las privilegiadas vistas y al frescor de la zona durante el verano. Incluso en estos primeros tiempos fue escenario de eventos internacionales, auspiciados hasta por la Sociedad de Naciones, el precedente de la ONU.
Sin embargo, en la década siguiente el lugar sufrió un progresivo deterioro, hasta que la Guerra Civil causo que cerrara para transformarse en un hospital. Al concluir la contienda, en 1939, el edificio fue restaurado y volvió a abrir. De nuevo adquirió notoriedad ciudadana, al ser la sede durante años de las concentraciones del FC Barcelona. Cerró en 1973 y durante un largo paréntesis no tuvo actividad en la hostelería aunque sí­ para otros usos. Por ejemplo, una parte del edificio albergo un estudio de sonido.

Su arquitecto, Ramon Reventós i Farrarons (Barcelona, 1892-1976), dejo su impronta en la ciudad. Aman de ser el que proyectó la primera casa de la ciudad vinculada al movimiento racionalista centroeuropeo, en la calle Lleida, fue un nombre importante en la Exposición Internacional de 1929, que urbaní­sticamente tenía que recuperar la montaña de Montjuic.Así­, suyas son las Torres Venecianas, que abren el paseo desde la plaza España, el Teatre Grec o el Poble Espanyol, proyecto que compartió con Francesc Folguera.

Reventós también planeo un palacete que se levantó en los jardines de Forestier, y que tenía que ser un restaurante para el certamen, con el atractivo de las vistas sobre el puerto de la ciudad. Al frente de sus fogones estuvo Enrico Cacciami, perteneciente a una dinastía de restauradores italianos que contribuyeron a elevar el nivel de la gastronomía barcelonesa. Durante años, Mira mar fue un local emblemático para las celebraciones de bodas y grandes banquetes, en parte debido a su ubicación privilegiada. Durante los primeros años de Josep Maria Porcioles en la alcaldía ya se barajó la posibilidad de convertirlo en un hotel, debido al interés que había mostrado una sociedad compuesta por una línea aérea y una cadena hotelera estadounidense. Este plan no se concretó y debido a que el palacete estaba perdiendo fuelle se le buscó una nueva utilidad: en 1959 se convirtió en la sede de los estudios de Televisión Española en Catalunya. Desde aquí José Luis Barcelona pronunció la primera frase televisada en Catalunya: “Buenas tardes desde el balcón del Mediterráneo”.

En 1983, TVE dejo la montaña de Montjuic para trasladarse a Sant Cugat y el palacete quedo nuevamente vacío, a expensas de encontrar de nuevo una fórmula que impidiera su deterioro. Se manejaron varias alternativas, y lo cierto es que muy diversas: desde sede del RACC hasta instalaciones de la Universitat Ramon Llull pasando por el comando sur del Euroejército o Gran Casino.

Pero nada fructificó. Sin embargo, otro acontecimiento trascendente, los Juegos Olímpicos de 1992, puso sobre el tapete la necesidad de hallar una salida para un edificio tan bien situado. El entonces alcalde, Pasqual Maragall, convenció a las familias Thyssen y Rothschild para que invirtieran en un hotel de lujo en el lugar. Ricardo Bofill hizo el proyecto, que no fue aprobado por la Generalitat y quedo aparcado.

La reapertura de ambos hoteles en el siglo XXI tiene también un nombre en común, como en sus inicios. Es el de David Stein, empresario hotelero estadounidense. En La Florida se invirtieron 42 millones de euros para conseguir que en abril del 2003 reabriera sus puertas con la voluntad, como dijeron sus promotores, de ser el hotel masa lujoso de la ciudad.

Dos años antes, en el 2001, David Stein también gano el concurso convocado por el Ayuntamiento de Barcelona a fin de recuperar el palacete de Mira mar y convertirlo en un hotel de cinco estrellas que sirviera para dar masa dinamismo a la montaña de Montjuïc.Sin embargo, aquí el camino fue masa sinuoso, tanto desde el punto de vista empresarial como político. De entrada, el terreno es de propiedad municipal y se trata de una concesión durante 50 años. Además, el Consistorio tiene un 10% de la sociedad, aspecto que fue muy criticado por varios grupos políticos; unos, porque pensaban que el Ayuntamiento no pintaba nada en un hotel; otros, por las deudas generadas. La cuestión es que para conseguir llevar adelante el proyecto se tuvieron que cambiar las licencias para aumentar la edificabilidad, lo que también conllevó disputas políticas. Finalmente, el hotel abrió en mayo del 2007.

Pero ni Montjuic Tibidabo han traído suerte a dos hoteles que tenían que ser referencia para Barcelona. Desde principios de este año, ninguna cadena hotelera gestiona ni La Florida ni Mira mar y ambos esperan que se solvente su situación económica para seguir en la cima de la ciudad; en dos montes barceloneses que no han traído buena estrella a los dos proyectos hoteleros. <