La hacienda La Vereda combina a la perfección la tranquilidad de un alojamiento rural con la posibilidad de conocer la elaboración del vino de Montilla-Moriles y del aceite de oliva, amén de tener contacto directo con el mundo del caballo

Cuando el insufrible ruido de la ciudad, el agobiante tráfico de las avenidas y la presión laboral provocan niveles de estrés insoportables, el ciudadano moderno busca un merecido descanso en un remanso de paz y tranquilidad como es el marco rural.
En los campos cordobeses el silencio sólo lo rompe el fluir del viento por las ramas de los árboles, el canto de algún ave, el rachear del apero en la tierra o el cante que todavía fluye de alguna garganta mientras se realiza alguna labor agrícola.
Y en unos momentos donde el turismo rural está de moda, el empresario Pablo Quesada decidió abrir al público un establecimiento cuanto menos curioso, donde se combina a la perfección el descanso con el aprendizaje en una temática tan autóctona como es el proceso de elaboración, tanto del caldo rey de Andalucía, el vino fino, como del aceite de oliva y, como complemento, todo lo relacionado con el mundo del caballo.

Así viene funcionando desde hace un año el hotel Hacienda de La Vereda, situado en la pedanía montillana de la Vereda del Cerro Macho.

Una iniciativa que partió, según afirma Quesada, tras la compra de un antiguo cortijo que data de los siglos XVIII y XIX, que posteriormente fue restaurado y adaptado al uso hotelero, dotándose de modernos equipamientos y cuidándose los detalles que definen las estancias.

Molino y lagar

El establecimiento posee un pequeño molino de aceituna, un lagar, una zona de trujales y una bodega donde degustar el fino elaborado en la propia casa con la Denominación Montilla-Moriles. De este modo, si la estancia de los clientes se produce en plena campaña, tanto vitivinícola como olivarera, se puede contemplar el proceso que comprende desde la recogida de los frutos en las propias fincas —también pertenecientes a la hacienda— hasta el manar del oro líquido e incluso, su envasado en jarritas en el caso del aceite, o del fluir del mosto y posterior llenado en trujales o barricas de roble, en el del vino.

Otro de los atractivos de este hotel, aparte de las vistas al mar de olivos y viñedos, es la relación mantenida con el mundo del caballo. Así, los clientes que lo deseen pueden participar en rutas a caballo o paseos por la sierra montillana en coches tirados por este noble animal.

Tal es la relación con el ámbito del equino que, con posterioridad a la apertura del alojamiento, se creó en la propia hacienda la sede de la asociación Montilla Ecuestre, destinada al fomento del caballo desde el ámbito escolar.
En un marco característico, al propietario del hotel se le ocurrió denominar a cada una de las siete habitaciones con el nombre de las fincas más cercanas, exceptuando una octava que lleva por denominación «habitación del ministro» en recuerdo del ex ministro de Economía y Hacienda, Rafael Cabello de Alba y Gracia, anterior propietario de la hacienda.